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La mujer necia es alborotadora; es libertina y no conoce la vergüenza.
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Ella se sienta en una silla a la puerta de su casa, en lo alto de la ciudad,
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para llamar a los que pasan por el camino, a los que van directo por sus sendas:
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“¡Si alguno es ingenuo, que venga acá!”. Y a los faltos de entendimiento dice:
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“Las aguas hurtadas son dulces y el pan comido en oculto es delicioso”.
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No saben ellos que allí están los muertos, que sus invitados están en lo profundo del Seol.
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