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El que corrige al burlador se acarrea vergüenza, y el que reprende al impío se acarrea afrenta.
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No reprendas al burlador porque te aborrecerá; corrige al sabio y te amará.
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Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo y aumentará su saber.
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El principio de la sabiduría es el temor del SEÑOR, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.
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Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida te serán añadidos.
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Si eres sabio, para ti lo serás; pero si eres burlador, sufrirás tú solo.
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La mujer necia es alborotadora; es libertina y no conoce la vergüenza.
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Ella se sienta en una silla a la puerta de su casa, en lo alto de la ciudad,
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para llamar a los que pasan por el camino, a los que van directo por sus sendas:
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“¡Si alguno es ingenuo, que venga acá!”. Y a los faltos de entendimiento dice:
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“Las aguas hurtadas son dulces y el pan comido en oculto es delicioso”.
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No saben ellos que allí están los muertos, que sus invitados están en lo profundo del Seol.