Explicación, estudio y comentario bíblico de Romanos 9:1-15 verso por verso
Digo la verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia da testimonio conmigo en el Espíritu Santo
de que tengo una gran tristeza y un continuo dolor en el corazón:
porque desearía yo mismo ser separado de Cristo por el bien de mis hermanos, los que son mis familiares según la carne.
Ellos son israelitas de los cuales son la adopción, la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas.
De ellos son los patriarcas; y de ellos, según la carne, proviene el Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
No es que haya fallado la palabra de Dios; porque no todos los nacidos de Israel son de Israel,
ni por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos, sino que en Isaac será llamada tu descendencia.
Esto quiere decir que no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios; más bien, los hijos de la promesa son contados como descendencia.
Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.
Y no solo esto, sino que también cuando Rebeca concibió de un hombre, de Isaac nuestro padre,
y aunque todavía no habían nacido sus hijos ni habían hecho bien o mal — para que el propósito de Dios dependiese de su elección,
no de las obras sino del que llama — , a ella se le dijo: “El mayor servirá al menor”,
como está escrito: A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí.
¿Qué, pues, diremos? ¿Acaso hay injusticia en Dios?. ¡De ninguna manera!
Porque dice a Moisés: Tendré misericordia de quien tenga misericordia, y me compadeceré de quien me compadezca.