Explicación, estudio y comentario bíblico de Romanos 9:20-32 verso por verso
Antes que nada, oh hombre, ¿quién eres tú para que contradigas a Dios? ¿Dirá el vaso formado al que lo formó: “¿Por qué me hiciste así?”.
¿O no tiene autoridad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para uso honroso y otro para uso común?
¿Y qué hay si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira que han sido preparados para destrucción?
¿Y qué hay si él hizo esto para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia que había preparado de antemano para gloria,
a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no solo de entre los judíos sino también de entre los gentiles?
Como también en Oseas dice: Al que no era mi pueblo llamaré pueblo mío, y a la no amada, amada.
Y será que, en el lugar donde se les dijo: “Ustedes no son mi pueblo”, allí serán llamados hijos del Dios viviente.
También Isaías proclama con respecto a Israel: Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, el remanente será salvo.
Porque el Señor ejecutará su palabra pronto y con vigor sobre la tierra.
Y como dijo antes Isaías: Si el Señor de los Ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, habríamos llegado a ser como Sodoma y seríamos semejantes a Gomorra.
¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, quienes no iban tras la justicia, alcanzaron la justicia — es decir, la justicia que procede de la fe —
mientras que Israel, que iba tras la ley de justicia, no alcanzó la ley.
¿Por qué? Porque no era por fe, sino por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo,