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Bienaventurado el hombre que no anda según el consejo de los impíos ni se detiene en el camino de los pecadores ni se sienta en la silla de los burladores.
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Más bien, en la ley del SEÑOR está su delicia, y en ella medita de día y de noche.
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Será como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Todo lo que hace prosperará.
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No sucede así con los impíos, que son como el tamo que arrebata el viento.
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Por tanto, no se levantarán los impíos en el juicio ni los pecadores en la congregación de los justos.
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