-
Ciertamente tú ves la vejación y la provocación; las miras para dar la recompensa. A tus manos se acoge el desdichado; tú eres el amparo del huérfano.
-
Quebranta el brazo del impío y del malo; castígalos por su perversidad hasta que desistan de ella.
-
¡El SEÑOR es Rey para siempre! De su tierra desaparecerán las naciones.
-
El deseo de los humildes escuchas, oh SEÑOR; tú dispones su corazón y tienes atento tu oído
-
para juzgar al huérfano y al oprimido, a fin de que el hombre de la tierra no vuelva más a hacer violencia.
Continúa después de la publicidad