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Como el padre se compadece de los hijos, así se compadece el SEÑOR de los que le temen.
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Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.
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El hombre, como la hierba son sus días: Florece como la flor del campo
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que, cuando pasa el viento, perece y su lugar no la vuelve a conocer.
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