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Sobre él van los navíos; allí está el Leviatán que hiciste para que jugase en él.
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Todos ellos esperan en ti para que les des su comida a su tiempo.
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Tú les das, y ellos recogen; abres tu mano, y se sacian del bien.
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Escondes tu rostro, y se desvanecen; les quitas el aliento, y dejan de ser. Así vuelven a ser polvo.
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