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Cuando eran pocos en número, muy pocos y forasteros en ella;
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cuando andaban de nación en nación y de un reino a otro pueblo,
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no permitió que nadie los oprimiese; más bien, por causa de ellos castigó a reyes.
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Dijo: “¡No toquen a mis ungidos, ni hagan mal a mis profetas!”.
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Cuando trajo hambre sobre la tierra y cortó todo el sustento de pan,
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ya había enviado delante de ellos a un hombre, a José, que fue vendido como esclavo.
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Afligieron con grilletes sus pies, y a su cuello pusieron cadena de hierro
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hasta que se cumplió su palabra, y el dicho del SEÑOR lo aprobó.
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Entonces el rey mandó que lo soltaran; el soberano de los pueblos lo desató.
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Lo puso como señor de su casa y como gobernador de toda su posesión
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para que disciplinara a su gusto a los grandes y a sus ancianos enseñara sabiduría.
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Después entró Israel en Egipto, y Jacob fue extranjero en la tierra de Cam.
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Dios hizo que su pueblo fuera muy fecundo, y lo hizo más fuerte que sus enemigos.
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Cambió el corazón de estos para que aborreciesen a su pueblo, para que contra sus siervos actuaran con engaño.