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Por tanto, la ira del SEÑOR se encendió contra su pueblo, y abominó su heredad.
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Los entregó en poder de las naciones, y los que los aborrecían se enseñorearon de ellos.
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Sus enemigos los oprimieron, y fueron quebrantados debajo de su mano.
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Muchas veces los libró, pero ellos se rebelaron contra su consejo y fueron humillados a causa de su iniquidad.
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