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Él habló y desató el viento de la tempestad, e hizo que se elevaran sus olas.
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Subieron los cielos, descendieron los abismos; su alma se derretía con el daño.
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Se tambalearon y temblaron como un borracho, y toda su sabiduría se echó a perder.
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Pero cuando en su angustia clamaron al SEÑOR, él los libró de sus aflicciones.
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