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Cántico. Salmo de David. Mi corazón está firme, oh Dios; cantaré y entonaré salmos aun con mi alma.
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¡Despierten, oh arpa y lira! Despertaré al alba.
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Te alabaré entre los pueblos, oh SEÑOR; a ti cantaré salmos entre las naciones.
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Porque grande, más que los cielos, es tu misericordia; y hasta las nubes, tu verdad.
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¡Seas exaltado sobre los cielos, oh Dios; y sobre toda la tierra, tu gloria!
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Salva con tu diestra y respóndenos de modo que sean librados tus amados.
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Dios ha hablado en su santuario: “¡Cómo me regocijo! Repartiré a Siquem y mediré el valle de Sucot.
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Mío es Galaad y mío es Manasés. Efraín es la fortaleza de mi cabeza; Judá es mi cetro.
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Moab es la vasija en que me lavo; sobre Edom echaré mis sandalias, y sobre Filistea lanzaré mi grito de victoria”.
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¿Quién me guiará a la ciudad fortificada? ¿Quién me conducirá hasta Edom?
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¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado, y que ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos?
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Danos socorro ante el enemigo pues vana es la liberación que da el hombre.
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Con Dios haremos proezas, y él aplastará a nuestros enemigos.