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¡Aleluya! Bienaventurado el hombre que teme al SEÑOR y en sus mandamientos se deleita en gran manera.
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Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita.
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Bienes y riquezas hay en su casa; su justicia permanece para siempre.
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En las tinieblas resplandece la luz para los rectos; él es clemente, misericordioso y justo.
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El hombre de bien tiene compasión y presta, y administra sus cosas con justicia.
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Por eso no resbalará jamás; para siempre será recordado el justo.
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De las malas noticias no tendrá temor; su corazón está firme, confiado en el SEÑOR.
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Afianzado está su corazón; no temerá, hasta que vea en sus enemigos su deseo.
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Esparce, da a los necesitados; su justicia permanece para siempre y su poderío será exaltado en gloria.
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Lo verá el impío y se irritará; crujirá los dientes y se consumirá. El deseo de los impíos perecerá.
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