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Amo al SEÑOR, pues ha escuchado mi voz y mis súplicas,
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porque ha inclinado a mí su oído. Por tanto, le invocaré todos mis días.
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Me rodearon las ataduras de la muerte; me encontraron las angustias del Seol. En angustia y en dolor me encontraba.
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Entonces invoqué el nombre del SEÑOR diciendo: “¡Libra, oh SEÑOR, mi vida!”.
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Clemente y justo es el SEÑOR; sí, misericordioso es nuestro Dios.
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