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Me rodearon las ataduras de la muerte; me encontraron las angustias del Seol. En angustia y en dolor me encontraba.
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Entonces invoqué el nombre del SEÑOR diciendo: “¡Libra, oh SEÑOR, mi vida!”.
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Clemente y justo es el SEÑOR; sí, misericordioso es nuestro Dios.
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El SEÑOR guarda a los ingenuos; estaba yo postrado, y él me salvó.
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Vuelve, oh alma mía, a tu reposo porque el SEÑOR te ha favorecido.
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Porque tú has librado mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída.
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