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¡Cuánto amo tu ley! Todo el día ella es mi meditación.
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Por tus mandamientos me has hecho más sabio que mis enemigos, porque para siempre son míos.
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He comprendido más que todos mis instructores porque tus testimonios son mi meditación.
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He entendido más que los ancianos porque he guardado tus ordenanzas.
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De todo mal camino contuve mis pies para guardar tu palabra.
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No me aparté de tus juicios porque tú me has enseñado.
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¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras, más que la miel en mi boca!
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De tus ordenanzas adquiero inteligencia; por eso aborrezco todo camino de mentira.
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Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.
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He jurado guardar tus justos juicios, y lo he de cumplir.
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Oh SEÑOR, afligido estoy en gran manera; vivifícame conforme a tu palabra.
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Sean agradables a ti, oh SEÑOR, las ofrendas de mi boca; y enséñame tus juicios.
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De continuo está mi vida en peligro pero no me olvido de tu ley.
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Los impíos me pusieron trampa pero no me desvié de tus ordenanzas.
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Tus testimonios son mi heredad para siempre porque ellos son el gozo de mi corazón.
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He inclinado mi corazón para poner por obra tus leyes de continuo y hasta el fin.