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“No entraré en mi morada ni subiré a mi cama.
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No daré sueño a mis ojos ni a mis párpados sopor
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hasta que halle un lugar para el SEÑOR, una morada para el Fuerte de Jacob”.
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He aquí, en Efrata oímos de ella, y la encontramos en los campos de Yaar:
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“Entremos en su tabernáculo; postrémonos ante el estrado de sus pies”.
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Levántate, oh SEÑOR; ven al lugar de tu reposo; tú y el arca de tu poder.
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Tus sacerdotes sean revestidos de justicia, y tus fieles canten de júbilo.
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Por causa de tu siervo David, no rechaces el rostro de tu ungido.
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Con verdad juró el SEÑOR a David, y no se apartará de ello: “Del fruto de tu cuerpo pondré sobre tu trono.
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Si tus hijos guardan mi pacto y este testimonio que yo les enseño, sus hijos también se sentarán en tu trono para siempre”.
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Porque el SEÑOR ha elegido a Sion y la ha deseado como morada suya:
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“Este es mi lugar de reposo para siempre. Aquí habitaré porque lo he deseado.
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Lo bendeciré con abundante provisión; a sus necesitados saciaré de pan.
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Asimismo, vestiré de salvación a sus sacerdotes, y sus fieles darán voces de júbilo.
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Allí haré surgir el poderío de David; he preparado una lámpara para mi ungido.
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A sus enemigos vestiré de vergüenza pero sobre él resplandecerá su corona”.