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Los ídolos de las naciones son de plata y oro, obra de manos de hombres.
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Tienen boca pero no hablan; tienen ojos pero no ven;
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tienen orejas pero no oyen; tampoco hay aliento en su boca.
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Como ellos, son los que los hacen y todos los que en ellos confían.
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¡Oh casa de Israel, bendigan al SEÑOR! ¡Oh casa de Aarón, bendigan al SEÑOR!
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¡Oh casa de Leví, bendigan al SEÑOR! ¡Los que temen al SEÑOR, bendigan al SEÑOR!
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¡Bendito sea el SEÑOR desde Sion! ¡Él mora en Jerusalén! ¡Aleluya!
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