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Tú conoces cuando me siento y cuando me levanto; desde lejos entiendes mi pensamiento.
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Mi caminar y mi acostarme has considerado; todos mis caminos te son conocidos.
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Pues aún no está la palabra en mi lengua, y tú, oh SEÑOR, ya la sabes toda.
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Detrás y delante me rodeas, y sobre mí pones tu mano.
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Tal conocimiento me es maravilloso; tan alto que no lo puedo alcanzar.
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¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia?
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Si subo a los cielos, allí estás tú; si en el Seol hago mi cama, allí tú estás.
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Si tomo las alas del alba y habito en el extremo del mar,
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aun allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra.
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Si digo: “Ciertamente, las tinieblas me encubrirán y se hará noche la luz que me rodea”,
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