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Dije al SEÑOR: “¡Tú eres mi Dios!”. Escucha, oh SEÑOR, la voz de mis ruegos.
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Oh Dios, oh SEÑOR, fortaleza de mi salvación, tú cubres mi cabeza en el día de la batalla.
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Oh SEÑOR, no concedas al impío sus deseos; ni saques adelante sus planes, no sea que se enorgullezca. Selah
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En cuanto a los que me rodean, la maldad de sus propios labios les cubrirá su cabeza.
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Sobre ellos caerán brasas ardientes. Dios les hará caer en el fuego, en profundos hoyos de donde no podrán salir.
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El hombre suelto de lengua no será firme en la tierra; al hombre violento el mal le perseguirá a empujones.
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