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Salmo de David. Oh SEÑOR, a ti clamo; acude pronto a mí. Escucha mi voz cuando te invoco.
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Sea constante mi oración delante de ti, como el incienso; mis manos alzadas, como el sacrificio del atardecer.
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Pon, oh SEÑOR, guardia a mi boca; guarda la puerta de mis labios.
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No dejes que mi corazón se incline a cosa mala para hacer obras perversas con los hombres que obran iniquidad. No coma yo de sus manjares.
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Que el justo me castigue y me reprenda será un favor. Pero que el aceite del impío no embellezca mi cabeza, pues mi oración será continuamente contra sus maldades.
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Sean derribados sus jueces en lugares peñascosos, y oigan mis palabras, que son agradables.
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Como cuando se ara y se rompe la tierra, así son esparcidos nuestros huesos en la boca del Seol.
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Por eso, oh SEÑOR Dios, hacia ti miran mis ojos. En ti me refugio; no expongas mi vida.
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Guárdame de los lazos que me han tendido, y de las trampas de los que obran iniquidad.
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Caigan juntos los impíos en sus propias redes mientras yo paso a salvo.
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