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Pon, oh SEÑOR, guardia a mi boca; guarda la puerta de mis labios.
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No dejes que mi corazón se incline a cosa mala para hacer obras perversas con los hombres que obran iniquidad. No coma yo de sus manjares.
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Que el justo me castigue y me reprenda será un favor. Pero que el aceite del impío no embellezca mi cabeza, pues mi oración será continuamente contra sus maldades.
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Sean derribados sus jueces en lugares peñascosos, y oigan mis palabras, que son agradables.
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Como cuando se ara y se rompe la tierra, así son esparcidos nuestros huesos en la boca del Seol.
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