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[1] ¡Aleluya! Ciertamente es bueno cantar salmos a nuestro Dios; ciertamente es agradable y bella la alabanza.
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El SEÑOR edifica a Jerusalén y reúne a los dispersados de Israel.
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Sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.
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Cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por su nombre.
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Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; su entendimiento es infinito.
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El SEÑOR ayuda a los humildes pero a los impíos humilla hasta el suelo.
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Canten al SEÑOR con acción de gracias; canten con arpa a nuestro Dios.
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Él es el que cubre los cielos de nubes, el que prepara la lluvia para la tierra, el que hace que las colinas produzcan hierba.
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Da al ganado su alimento; y a las crías de los cuervos cuando gritan.
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No se deleita en la fuerza del caballo ni se complace en los músculos del hombre.
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El SEÑOR se complace en los que le temen y en los que esperan en su misericordia.
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¡Celebra al SEÑOR, oh Jerusalén! ¡Alaba a tu Dios, oh Sion!
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Porque ha fortalecido el cerrojo de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
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Ha traído paz a tu territorio, y te ha saciado con abundancia de trigo.
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Envía su mensaje a la tierra; velozmente corre su palabra.
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Pone la nieve como lana, y derrama la escarcha como ceniza.
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Echa su hielo como migas de pan. ¿Quién se mantendrá ante su frío?
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Envía su palabra y los derrite; hace que sople su viento y corren las aguas.
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Ha manifestado sus palabras a Jacob, sus leyes y sus decretos a Israel.
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No ha hecho esto con otras naciones, y no han conocido sus juicios. ¡Aleluya!