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Alaben el nombre del SEÑOR porque él mandó y fueron creados.
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Él los estableció para siempre, por la eternidad; les puso ley que no será quebrantada.
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Alaben al SEÑOR desde la tierra, los grandes animales acuáticos y todos los océanos,
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el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento tempestuoso que ejecuta su palabra,
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los montes y todas las colinas, los árboles frutales y todos los cedros,
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los animales y todo el ganado, los reptiles y las aves que vuelan,
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los reyes de la tierra y todas las naciones, los príncipes y todos los jueces de la tierra,
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los jóvenes y también las jóvenes, los ancianos junto con los niños.
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Alaben el nombre del SEÑOR porque solo su nombre es sublime; su majestad es sobre tierra y cielos.
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Él enaltece el poderío de su pueblo; la alabanza de todos sus fieles, los hijos de Israel, el pueblo a él cercano. ¡Aleluya!