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Mictam de David Guárdame, oh Dios, porque en ti me he refugiado.
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Oh alma mía, dijiste al SEÑOR: “¡Tú eres el Señor! Para mí no hay bien aparte de ti.
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Para con los santos que están en la tierra y para con los íntegros es toda mi complacencia”.
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Se multiplicarán los dolores de quienes se apresuran tras otro dios. Yo no ofreceré sus sacrificios de sangre ni con mis labios mencionaré sus nombres.
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Oh SEÑOR, porción de mi herencia, y mi copa, ¡tú sustentas mi destino!
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Los linderos me han tocado en lugar placentero; es hermosa la heredad que me ha tocado.
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Bendeciré al SEÑOR, que me aconseja; aun en las noches me corrige mi conciencia.
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Al SEÑOR he puesto siempre delante de mí; porque está a mi mano derecha no seré movido.
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Por tanto, se alegró mi corazón y se gozó mi lengua. También mi cuerpo descansará en seguridad.
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Pues no dejarás mi alma en el Seol ni permitirás que tu santo vea corrupción.
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Me mostrarás la senda de la vida. En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias en tu diestra para siempre.
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