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Tú has examinado mi corazón; me has visitado de noche. Me has probado y nada infame has hallado porque me he propuesto que mi boca no se exceda.
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En cuanto a las obras de los hombres, por la palabra de tus labios me he guardado de las sendas de los violentos.
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Mis pasos se han mantenido en tus caminos para que mis pies no resbalen.
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Yo te invoco, porque tú oirás, oh Dios. Inclina a mí tu oído; escucha mi palabra.
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Muestra tus maravillosos actos de misericordia, tú que, a los que confían, libras con tu diestra de los que se levantan contra ti.
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Guárdame como a la niña de tu ojo; escóndeme bajo la sombra de tus alas
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