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Mis pasos se han mantenido en tus caminos para que mis pies no resbalen.
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Yo te invoco, porque tú oirás, oh Dios. Inclina a mí tu oído; escucha mi palabra.
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Muestra tus maravillosos actos de misericordia, tú que, a los que confían, libras con tu diestra de los que se levantan contra ti.
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Guárdame como a la niña de tu ojo; escóndeme bajo la sombra de tus alas
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de la vista de los impíos que me oprimen, y de mis enemigos mortales que me rodean.
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