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A tu reprensión, oh SEÑOR, por el soplo del aliento de tu nariz se hicieron visibles los lechos de las aguas, y se descubrieron los cimientos del mundo.
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Envió desde lo alto y me tomó; me sacó de las aguas caudalosas.
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Me libró de mi poderoso enemigo y de los que me aborrecían, pues eran más fuertes que yo.
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