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Ciertamente haces que mi lámpara alumbre. El SEÑOR, mi Dios, ilumina mis tinieblas.
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Contigo desbarataré ejércitos; con mi Dios saltaré murallas.
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Perfecto es el camino de Dios; probada es la palabra del SEÑOR. Él es escudo a todos los que en él se refugian.
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Porque, ¿quién es Dios fuera del SEÑOR? ¿Quién es Roca aparte de nuestro Dios?
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Dios es el que me ciñe de vigor y hace perfecto mi camino.
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Hace que mis pies sean ágiles como los del venado, y me mantiene firme sobre mis alturas.
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Adiestra mis manos para la batalla; así mis brazos pueden tensar el arco de bronce.
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Me has dado el escudo de tu salvación; tu mano derecha me ha sustentado, y tu condescendencia me ha engrandecido.
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Tú has ensanchado mis pasos debajo de mí para que no tiemblen mis tobillos.
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Perseguí a mis enemigos y los alcancé; no volví sino hasta acabarlos.
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Los golpeé, y no pudieron levantarse; cayeron debajo de mis pies.
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Me ceñiste de poder para la batalla; doblegaste a mis enemigos debajo de mí.
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Hiciste que mis enemigos me dieran las espaldas, y destruí a los que me aborrecían.
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Clamaron pero no hubo quien los salvara. Clamaron al SEÑOR pero él no les respondió.
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Los desmenucé como polvo ante el viento; los deshice como lodo de la calle.