-
Me has dado el escudo de tu salvación; tu mano derecha me ha sustentado, y tu condescendencia me ha engrandecido.
-
Tú has ensanchado mis pasos debajo de mí para que no tiemblen mis tobillos.
-
Perseguí a mis enemigos y los alcancé; no volví sino hasta acabarlos.
-
Los golpeé, y no pudieron levantarse; cayeron debajo de mis pies.
-
Me ceñiste de poder para la batalla; doblegaste a mis enemigos debajo de mí.
-
Hiciste que mis enemigos me dieran las espaldas, y destruí a los que me aborrecían.
-
Clamaron pero no hubo quien los salvara. Clamaron al SEÑOR pero él no les respondió.
-
Los desmenucé como polvo ante el viento; los deshice como lodo de la calle.
Continúa después de la publicidad