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Me rodearon los dolores de la muerte, y los torrentes de la perversidad me atemorizaron.
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Me rodearon las ligaduras del Seol; me confrontaron los lazos de la muerte.
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En mi angustia invoqué al SEÑOR y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.
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