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Tú me libraste de las contiendas del pueblo y me pusiste como jefe de las naciones. Aun los pueblos que yo no conocía me sirvieron.
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Apenas oían de mí, me rendían obediencia. Los hijos de los extranjeros me adulaban.
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Los hijos de los extranjeros se desvanecían y salían temblando de sus escondrijos.
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