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Tú me libraste de las contiendas del pueblo y me pusiste como jefe de las naciones. Aun los pueblos que yo no conocía me sirvieron.
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Apenas oían de mí, me rendían obediencia. Los hijos de los extranjeros me adulaban.
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Los hijos de los extranjeros se desvanecían y salían temblando de sus escondrijos.
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¡Viva el SEÑOR! ¡Bendita sea mi Roca! Sea ensalzado el Dios de mi salvación,
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el Dios que ejecuta mi venganza; sujeta a los pueblos debajo de mí
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y me libra de mis enemigos. Tú me has enaltecido sobre mis adversarios y me has librado del hombre violento.
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Por eso te confesaré entre las naciones, oh SEÑOR, y cantaré salmos a tu nombre.
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Él engrandece las victorias de su rey y muestra misericordia a su ungido: a David y a sus descendientes, para siempre.
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