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La ley del SEÑOR es perfecta; restaura el alma. El testimonio del SEÑOR es fiel; hace sabio al ingenuo.
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Los preceptos del SEÑOR son rectos; alegran el corazón. El mandamiento del SEÑOR es puro; alumbra los ojos.
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El temor del SEÑOR es limpio; permanece para siempre. Los juicios del SEÑOR son verdad; son todos justos.
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Son más deseables que el oro; más que mucho oro fino. Son más dulces que la miel que destila del panal.
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Además, con ellos es amonestado tu siervo; en guardarlos hay grande galardón.
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¿Quién entenderá los errores? ¡Líbrame de los que me son ocultos!
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