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No te alejes de mí, porque la angustia está cerca y no hay quien ayude.
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Muchos toros me han rodeado; fuertes toros de Basán me han cercado.
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Contra mí abrieron su boca, como león voraz y rugiente.
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Soy derramado como el agua; todos mis huesos se han desarticulado. Mi corazón está como cera y se ha derretido en medio de mis entrañas.
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Mi vigor se ha secado como un tiesto, y mi lengua se ha pegado a mi paladar. Me has puesto en el polvo de la muerte.
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Los perros me han rodeado; me ha cercado una pandilla de malhechores, y horadaron mis manos y mis pies.
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Puedo contar todos mis huesos; ellos me miran y me observan.
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Reparten entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echan suertes.
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Pero tú, oh SEÑOR, no te alejes. Fortaleza mía, apresúrate para ayudarme.
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Libra mi alma de la espada; libra mi única vida de las garras de los perros.
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Sálvame de la boca del león y de los cuernos de los toros salvajes. ¡Me has respondido!
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