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[1] Salmo de David. A ti, oh SEÑOR, levantaré mi alma.
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¡Dios mío, en ti confío! No sea yo avergonzado. No triunfen sobre mí mis enemigos.
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Ciertamente ninguno de los que confían en ti será avergonzado. Serán avergonzados los que se rebelan sin causa.
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Muéstrame, oh SEÑOR, tus caminos; enséñame tus sendas.
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Encamíname en tu verdad y enséñame porque tú eres el Dios de mi salvación. En ti he esperado todo el día.
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Acuérdate, oh SEÑOR, de tu compasión y de tu misericordia que son perpetuas.
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No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis rebeliones. Conforme a tu misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh SEÑOR.
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Bueno y recto es el SEÑOR; por eso él enseñará a los pecadores el camino.
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Encaminará a los humildes en la justicia y enseñará a los humildes su camino.
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Todas las sendas del SEÑOR son misericordia y verdad para con los que guardan su pacto y sus testimonios.
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Por amor de tu nombre, oh SEÑOR, perdona también mi iniquidad porque es grande.
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¿Qué hombre es el que teme al SEÑOR? Él le enseñará el camino que ha de escoger.
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Su alma reposará en bienestar, y sus descendientes heredarán la tierra.
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El secreto del SEÑOR es para los que le temen; a ellos hará conocer su pacto.
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Mis ojos están siempre puestos en el SEÑOR porque él sacará mis pies de la red.
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Mírame y ten misericordia de mí porque estoy solitario y afligido.
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Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas.
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Mira mi aflicción y mis afanes; perdona todos mis pecados.
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Mira cómo se han multiplicado mis enemigos, y con odio violento me aborrecen.
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Guarda mi alma y líbrame; no sea yo avergonzado porque en ti me he refugiado.
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La integridad y la rectitud me guarden porque en ti he esperado.
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Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias.