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No escondas de mí tu rostro; no apartes con ira a tu siervo. Tú has sido mi ayuda; no me dejes ni me desampares, oh Dios de mi salvación.
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Aunque mi padre y mi madre me dejen, con todo, el SEÑOR me recogerá.
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Enséñame, oh SEÑOR, tu camino; guíame por sendas de rectitud a causa de los que me son contrarios.
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No me entregues a la voluntad de mis adversarios, porque contra mí se han levantado testigos falsos que respiran violencia.
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¡Oh, si yo no creyese que he de ver la bondad del SEÑOR en la tierra de los vivientes!
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