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en tus manos están mis tiempos”. Líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores.
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Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; sálvame por tu misericordia.
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Oh SEÑOR, no sea yo avergonzado ya que te he invocado. Sean avergonzados los impíos; desciendan en silencio al Seol.
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Enmudezcan los labios mentirosos que hablan insolencias contra el justo con soberbia y desprecio.
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¡Cuán grande es la bondad que has guardado para los que te temen, que has obrado para los que en ti se refugian contra los hijos del hombre!
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