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Bienaventurado el hombre a quien el SEÑOR no atribuye iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.
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Mientras callé se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.
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Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; mi vigor se convirtió en sequedades de verano. Selah
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Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: “Confesaré mis rebeliones al SEÑOR”. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah
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