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Al músico principal. Salmo de David. Pacientemente esperé al SEÑOR, y él se inclinó a mí y oyó mi clamor.
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Me hizo subir del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. Puso mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos.
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Puso en mi boca un cántico nuevo, una alabanza a nuestro Dios. Muchos verán esto y temerán, y confiarán en el SEÑOR.
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Bienaventurado el hombre que pone su confianza en el SEÑOR y no vuelve la mirada a los soberbios ni a los que se enredan con la falsedad.
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Oh SEÑOR, Dios mío, tú has multiplicado tus maravillas y tus pensamientos para con nosotros. No hay nadie comparable a ti. Si intentara referirme y hablar de ellos, serían demasiados como para ser contados.
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El sacrificio y la ofrenda no te agradan; tú has abierto mis oídos. Holocaustos y sacrificios por el pecado no has pedido.
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Entonces dije: “He aquí, yo vengo. En el rollo de pergamino está escrito acerca de mí:
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‘El hacer tu voluntad, oh Dios mío, me ha agradado; y tu ley está en medio de mi corazón’ ”.
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He anunciado justicia en la gran congregación; he aquí, no he detenido mis labios. Oh SEÑOR, tú lo sabes.
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No he encubierto tu justicia dentro de mi corazón; he proclamado tu fidelidad y tu salvación. No he ocultado tu misericordia ni tu verdad en la gran congregación.
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Tú, oh SEÑOR, no detengas de mí tu compasión; que tu misericordia y tu verdad me guarden siempre.