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Un abismo llama a otro por la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
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De día mandará el SEÑOR su misericordia; y de noche su canción estará conmigo, la oración al Dios de mi vida.
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Diré a Dios: “Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué he de andar enlutado por la opresión del enemigo?”.
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Mientras mis huesos se quebrantan, mis enemigos me afrentan diciéndome cada día: “¿Dónde está tu Dios?”.
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¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera a Dios, porque aún le he de alabar. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!
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