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Al músico principal. Salmo para los hijos de Coré. Oigan esto, todos los pueblos; escuchen, todos los habitantes del mundo,
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tanto la gente común como la gente notable, el rico juntamente con el pobre:
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Mi boca hablará sabiduría; y el pensamiento de mi corazón, inteligencia.
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Inclinaré a los proverbios mi oído; expresaré con el arpa mi enigma.
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¿Por qué habré de temer en los días de la adversidad cuando me rodee la iniquidad de mis opresores?
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Los que confían en sus posesiones y se jactan de la abundancia de sus riquezas,
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ninguno de ellos puede redimir a su hermano ni pagar a Dios por su rescate.
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La redención de su vida es muy costosa; se ha de abandonar para siempre el intento
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de vivir eternamente y jamás ver corrupción.
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Cuando él los mira, los sabios mueren; contempla al necio y al torpe, y ellos perecen y dejan a otros sus riquezas.
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De los que llaman sus tierras con sus nombres, sus tumbas son sus casas para siempre, y sus moradas de generación en generación.
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Pero el hombre no permanecerá en sus riquezas; más bien, es semejante a los animales que perecen.
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Este camino suyo es necedad. No obstante, sus seguidores se complacen en sus dichos. Selah
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Como ovejas que fueron apartadas para el Seol, los pastorea la muerte; los rectos se enseñorearán de ellos. Al amanecer se desvanecerá su buen aspecto, y el Seol será su morada.
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Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol porque me llevará consigo. Selah
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No temas cuando alguno se enriquece, cuando aumenta la gloria de su casa.
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Porque al morir no llevará nada ni descenderá tras él su gloria.
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Aunque su alma lo bendiga mientras vive, y reconozcan que ella lo prospera,
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entrará en la generación de sus padres y nunca más verá la luz.
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El hombre que vive con honores, pero sin entendimiento, es semejante a los animales que perecen.