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tanto la gente común como la gente notable, el rico juntamente con el pobre:
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Mi boca hablará sabiduría; y el pensamiento de mi corazón, inteligencia.
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Inclinaré a los proverbios mi oído; expresaré con el arpa mi enigma.
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¿Por qué habré de temer en los días de la adversidad cuando me rodee la iniquidad de mis opresores?
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Los que confían en sus posesiones y se jactan de la abundancia de sus riquezas,
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ninguno de ellos puede redimir a su hermano ni pagar a Dios por su rescate.
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La redención de su vida es muy costosa; se ha de abandonar para siempre el intento
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de vivir eternamente y jamás ver corrupción.
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