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Me he agotado de tanto gemir. Toda la noche inundo mi cama y con mis lágrimas empapo mi lecho.
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Mis ojos están debilitados por el pesar; se han envejecido a causa de todos mis adversarios.
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Apártense de mí todos los que obran iniquidad, porque el SEÑOR ha oído la voz de mi llanto.
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¡El SEÑOR ha escuchado mi ruego! ¡El SEÑOR ha aceptado mi oración!
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Todos mis enemigos se avergonzarán y se aterrarán. Retrocederán y, de repente, serán avergonzados.
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