Salmo de David, compuesto cuando estaba en el desierto de Judá. ¡Oh Dios, tú eres mi Dios! Con diligencia te he buscado; mi alma tiene sed de ti. Mi cuerpo te anhela en tierra árida y sedienta, carente de agua.
Te he contemplado en el santuario para admirar tu poder y tu gloria.
Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán.
Por eso te bendeciré en mi vida y en tu nombre alzaré mis manos.
Como de sebo y de gordura se saciará mi alma; mi boca te alabará con labios de júbilo.
Cuando en mi cama me acuerdo de ti medito en ti en las vigilias de la noche.
Porque tú eres mi socorro, bajo la sombra de tus alas cantaré de gozo.
Mi vida está apegada a ti; tu mano derecha me sostiene.
Los que buscan mi alma para destruirla caerán en las profundidades de la tierra.
Los destruirán a filo de espada, y serán la porción de las zorras.
Pero el rey se alegrará en Dios. Será alabado cualquiera que jura por él, pero será cerrada la boca de los que hablan mentira.
Salmo 62
Salmo 64
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