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Al músico principal. Salmo de David. Escucha, oh Dios, mi voz en mi oración; guarda mi vida del miedo al enemigo.
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Escóndeme del consejo secreto de los malhechores, del tumulto de los que obran iniquidad.
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Ellos afilan su lengua como espadas, y disponen palabras amargas como flechas
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para tirarlas a escondidas contra el inocente. De repente tiran contra él, y no temen.
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Se alientan unos a otros en perverso designio y planean esconder trampas. Dicen: “¿Quién nos ha de ver?”.
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Traman maldad, hacen un minucioso complot hasta en el íntimo pensamiento del hombre y lo profundo del corazón.
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Pero Dios los herirá con sus propias flechas. De repente les sobrevendrán sus heridas.
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Los hará caer por la propia lengua de ellos; todos los que los vean moverán la cabeza.
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