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para tirarlas a escondidas contra el inocente. De repente tiran contra él, y no temen.
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Se alientan unos a otros en perverso designio y planean esconder trampas. Dicen: “¿Quién nos ha de ver?”.
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Traman maldad, hacen un minucioso complot hasta en el íntimo pensamiento del hombre y lo profundo del corazón.
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Pero Dios los herirá con sus propias flechas. De repente les sobrevendrán sus heridas.
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Los hará caer por la propia lengua de ellos; todos los que los vean moverán la cabeza.
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Todos los hombres temerán; anunciarán la obra de Dios y entenderán sus hechos.
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El justo se alegrará en el SEÑOR y confiará en él. Se gloriarán todos los rectos de corazón.
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