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Sácame del lodo; no sea yo sumergido. Sea yo librado de los que me aborrecen y de las profundidades de las aguas.
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No me arrastre la corriente de las aguas; no me trague el abismo, ni la fosa cierre su boca sobre mí.
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Escúchame, oh SEÑOR, porque buena es tu misericordia. Mírame conforme a tu inmensa compasión.
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No escondas tu rostro de tu siervo porque estoy angustiado; apresúrate a escucharme.
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Acércate a mi alma y redímela; líbrame a causa de mis enemigos.
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Tú conoces mi afrenta, mi confusión y mi oprobio. Delante de ti están todos mis enemigos.
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La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé que alguien se compadeciera de mí, y no hubo quién. Busqué consoladores, y no hallé ninguno.
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