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Oh Dios, tú conoces mi insensatez; mis pecados no te son ocultos.
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No sean avergonzados por mi culpa los que esperan en ti, oh SEÑOR Dios de los Ejércitos. No sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel.
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Por tu causa he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi cara.
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He venido a ser extraño a mis hermanos y extranjero para los hijos de mi madre.
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Pues el celo por tu casa me ha consumido, y las afrentas de los que te afrentan han caído sobre mí.
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Me afligí a mí mismo con ayuno; también esto me ha servido de afrenta.
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Además, me puse cilicio como vestido y llegué a servirles de refrán.
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Hablaban contra mí los que se sentaban en el tribunal, y los borrachos cantaban canciones contra mí.
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Sin embargo, oh SEÑOR, yo dirigía a ti mi oración en el tiempo de tu buena voluntad. Oh Dios, respóndeme por tu gran bondad, por la verdad de tu salvación.
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Sácame del lodo; no sea yo sumergido. Sea yo librado de los que me aborrecen y de las profundidades de las aguas.
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No me arrastre la corriente de las aguas; no me trague el abismo, ni la fosa cierre su boca sobre mí.
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Escúchame, oh SEÑOR, porque buena es tu misericordia. Mírame conforme a tu inmensa compasión.
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No escondas tu rostro de tu siervo porque estoy angustiado; apresúrate a escucharme.
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Acércate a mi alma y redímela; líbrame a causa de mis enemigos.
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Tú conoces mi afrenta, mi confusión y mi oprobio. Delante de ti están todos mis enemigos.