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¡Levántate, oh SEÑOR, con tu furor! Álzate contra la ira de mis angustiadores, y despierta, Dios mío, el juicio que has ordenado.
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Entonces te rodeará la congregación de los pueblos, y hacia ella vuélvete en lo alto.
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El SEÑOR juzgará a los pueblos; júzgame, oh SEÑOR, de acuerdo con mi justicia y mi integridad.
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Acábese ya la maldad de los impíos, y establece al justo; pues el Dios justo pone a prueba los corazones y las conciencias.
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Mi escudo está en Dios, quien salva a los de recto corazón.
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Dios es el que juzga al justo; es un Dios que emite sentencia cada día.
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Si el impío no se arrepiente afilará su espada; ha dispuesto su arco y lo ha preparado.
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También ha alistado para sí armas de muerte y ha hecho incendiarias sus flechas.
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He aquí que gesta maldad, concibe afanes y da a luz mentira.
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Cava un pozo y lo ahonda; pero en la fosa que hace caerá.
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Su afán se volverá contra su propia cabeza; y la violencia que ha practicado recaerá sobre su coronilla.
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Pero yo alabaré al SEÑOR por su justicia, y cantaré al nombre del SEÑOR el Altísimo.